Las ruinas de Paramillos, en Uspallata, conservan los vestigios de una de las explotaciones mineras más antiguas de nuestro país. Fundadas en el siglo XVII por los jesuitas, se ubican a más de 2.600 metros de altura, en plena cordillera mendocina. Hoy, estas instalaciones coloniales ofrecen una experiencia única: la actividad “Minero por un día” permite elegir entre senderismo guiado por túneles antiguos o una travesía con rappel por un circuito subterráneo de 1.200 metros.
El entorno de Paramillos se complementa con propuestas de aventura como trekking, escalada, mountain bike y visitas a las ruinas jesuíticas. Hornos de fundición, canales de agua y viviendas de época conforman el paisaje histórico que atrae tanto a viajeros culturales como a amantes del ecoturismo. La localidad apuesta así a un modelo de desarrollo que combina naturaleza, deporte e historia.
En Famatina, la mina de La Mejicana se erige como símbolo del patrimonio industrial argentino. Ubicada a 4.500 metros sobre el nivel del mar, es accesible mediante excursiones en 4x4 que ascienden por caminos de altura junto a guías especializados. Durante el recorrido se observan las estaciones del cable carril Chilecito —una obra de ingeniería monumental de 1904— y se disfruta de panorámicas del cerro Famatina y su biodiversidad andina.
La oferta turística de Famatina se completa con caminatas al Cañón del Ocre, visitas al Camino del Inca y experiencias gastronómicas con productores locales. Este enfoque combina la memoria minera con la identidad cultural del oeste riojano, promoviendo el arraigo comunitario y la sostenibilidad. La conservación del entorno y el turismo responsable son pilares del proyecto local.
La Carolina, en el corazón de las sierras de San Luis, recuperó su pasado aurífero a través de recorridos guiados por la mina Buena Esperanza. En estos circuitos subterráneos de hasta 300 metros, familias y grupos escolares pueden conocer la historia del oro en la región, ver formaciones geológicas y vivir la sensación de internarse en un túnel minero real con todo el equipamiento necesario.
Fundado en 1792, este pueblo puntano conserva sus calles empedradas, sus casonas centenarias y su cultura gastronómica serrana. Además de la mina, ofrece senderismo en el cerro Tomolasta, búsqueda de cuarzos en los arroyos, visitas al museo local y degustaciones de productos regionales como pan casero, dulces o cervezas artesanales.
Estas tres localidades argentinas transformaron antiguos enclaves de explotación minera en polos de turismo cultural y aventura, donde el patrimonio se convierte en recurso de futuro. Uspallata, Famatina y La Carolina son ejemplos de cómo un turismo auténtico y con identidad puede generar desarrollo local, conservar la memoria y conectar a los viajeros con historias profundas y paisajes únicos del oeste argentino.