La decisión, publicada por el medio especializado TTG Italia, marca un giro pragmático en la política migratoria del Ejecutivo italiano, tradicionalmente restrictiva frente a la entrada de extranjeros. El nuevo contingente se suma al cupo anual de trabajadores de temporada, cuya demanda fue tan alta que se cubrió en un 70 % durante el primer día de inscripción, el pasado 12 de febrero.
Italia enfrenta una crisis laboral estructural en el turismo, con miles de puestos sin cubrir a pesar de la recuperación del sector y la reactivación del consumo postpandemia. Las patronales hoteleras advierten que faltan camareros, cocineros, recepcionistas y personal de limpieza, tanto en destinos costeros como en las principales ciudades patrimoniales.
La raíz del problema está en la crisis demográfica. Italia presenta un índice de natalidad más bajo que España y un reemplazo poblacional negativo, lo que reduce la disponibilidad de jóvenes en edad laboral. Al mismo tiempo, el país recibe un alto flujo de inmigración irregular no calificada, lo que deja al turismo sin el personal técnico y de servicio que demanda la hotelería moderna.

Para las asociaciones empresarias del sector, el ingreso de estos trabajadores extranjeros cubre un déficit operativo, también garantiza la continuidad del modelo turístico italiano, basado en la hospitalidad y la atención personalizada. Sin embargo, advierten que el desafío a mediano plazo es integrar la formación profesional de los nuevos trabajadores y revalorizar los oficios turísticos dentro del mercado laboral nacional.
El turismo representa cerca del 13% del Producto Bruto Interno (PBI) italiano y emplea a más de tres millones de personas, lo que convierte al país en una potencia del sector a nivel mundial. Sin embargo, las autoridades reconocen que la sostenibilidad de ese liderazgo depende de políticas activas de empleo, capacitación y migración laboral regulada.
Con esta medida, Italia busca equilibrar su tradición de control fronterizo con la necesidad de sostener su economía turística, enviando una señal clara a la Unión Europea: sin población activa ni mano de obra calificada, el turismo —uno de los grandes motores del continente— no puede seguir creciendo.
Lacio, con Roma a la cabeza, se mantuvo como la región con mayor afluencia de turistas, consolidándose a la capital como uno de los destinos más visitados a nivel global por su riqueza histórica, cultural y artística.
Este aumento en el turismo extranjero y en áreas menos frecuentadas subraya la capacidad de Italia para seguir atrayendo viajeros internacionales, diversificando su oferta turística más allá de los destinos tradicionales.










