Estas viviendas, que alguna vez fueron símbolo del turismo familiar y de la clase media argentina del siglo veinte, hoy renacen como alojamientos para viajeros jóvenes, impulsadas por inversores que buscan espacios amplios, bien ubicados y con identidad propia. El auge del turismo económico y experiencial generó una oportunidad de negocio que también preserva el patrimonio marplatense.

Los hostels instalados en estas propiedades aprovechan la estructura original de las casas, con techos altos, ventanales amplios, escaleras de madera y jardines, adaptando los ambientes a habitaciones compartidas, zonas comunes y patios de encuentro. En lugar de perder valor con el tiempo, los chalets tradicionales se transformaron en puntos de atracción turística y social para viajeros nacionales e internacionales.

“Las obras fueron complejas, sobre todo en lo que no se ve: electricidad, gas y agua”, relató Patricio Sabbione, propietario de uno de estos emprendimientos, quien destacó que “las casonas son hermosas pero requieren mantenimiento continuo”.

La restauración de estos inmuebles implica inversión aunque también asegura una rentabilidad sostenida y la preservación de la identidad arquitectónica de la ciudad.

La ubicación es otro de los factores decisivos. Muchos de estos chalets se encuentran en barrios emblemáticos como Stella Maris, Los Troncos y Playa Grande, a pocos minutos de la costa, lo que los convierte en puntos estratégicos para el turismo joven que busca cercanía con el mar y experiencias urbanas más auténticas.

La reconversión no solo reactiva propiedades en desuso, sino que contribuye a revitalizar zonas tradicionales, evitando el deterioro de edificaciones históricas y aportando dinamismo a la economía local. Además, ofrece una alternativa rentable en un mercado inmobiliario complejo, donde muchos propietarios encuentran en el formato hostel una salida económica sostenible.

Con su fusión de historia y modernidad, los antiguos chalets de Mar del Plata encontraron una nueva vida al servicio del turismo, convirtiéndose en símbolos de la transformación urbana que combina memoria arquitectónica, emprendimiento joven y hospitalidad.