Un informe publicado por la revista digital Time Out alertó sobre los efectos del crecimiento acelerado del turismo internacional en destinos que hasta hace poco eran considerados “secretos bien guardados”. La llegada masiva de visitantes a estos enclaves genera impactos ambientales, sociales y económicos que amenazan su sostenibilidad a largo plazo.
El estudio identificó seis casos críticos -en Albania, Indonesia, España, Brasil, Montenegro y Sri Lanka— donde la falta de regulación y la promoción global en redes sociales dispararon un flujo turístico muy por encima de la capacidad local. Este fenómeno, conocido como sobreturismo, provoca presión sobre los recursos naturales, el aumento del costo de vida y la pérdida de identidad cultural.
Albania, ubicada entre los mares Jónico y Adriático, pasó de recibir 3 millones de turistas en 2015 a más de 10 millones en 2023, con proyecciones de 30 millones para 2030. Los expertos recomiendan visitar pueblos rurales como Zogaj o Lushnja y evitar los puntos saturados de la costa, viajando fuera de temporada para distribuir los beneficios económicos y reducir la presión ambiental.
En Raja Ampat (Indonesia), el incremento del turismo tras campañas promocionales puso en peligro los ecosistemas marinos. Los especialistas sugieren elegir embarcaciones de bajo impacto y expediciones científicas que promuevan la conservación, como la Alfred Wallace Expedition, para proteger la biodiversidad del archipiélago.
En Santiago de Compostela (España), la popularidad del Camino de Santiago disparó el valor de los alquileres y desplazó a residentes locales. Guías de la región proponen alternativas menos concurridas, como A Coruña, que combina patrimonio histórico y playas sin la masificación del destino gallego. 
En América Latina, Belém (Brasil) enfrenta una dualidad: el crecimiento de la infraestructura turística rumbo a la COP30 y el desplazamiento de miles de habitantes que viven en zonas vulnerables. Se aconseja priorizar alojamientos gestionados por comunidades locales, como el Uakari Floating Lodge o el Kapawi Ecolodge, que apoyan la economía regional.
El turismo de cruceros impactó gravemente en Kotor (Montenegro), donde cerca de 500 embarcaciones arriban cada año con miles de pasajeros. Esto generó congestión, encarecimiento de la vivienda y abandono del centro histórico, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Las agencias responsables promueven visitas a pequeñas localidades como Tivat y Rose para aliviar la presión sobre la bahía.
En Sri Lanka, las playas del sur volvieron a recibir millones de turistas tras años de recesión, reabriendo el debate entre crecimiento económico y conservación ambiental. Los expertos proponen dirigir la atención hacia el norte y el este —en lugares como Jaffna, Mannar y Trincomalee— y favorecer alojamientos familiares o ecológicos para fortalecer la inclusión de las comunidades locales.
El informe concluye que el turismo no debe reducirse, sino reordenarse. La clave, según los especialistas de Time Out, consiste en adoptar prácticas de viaje conscientes, respetar los límites de carga de cada destino y priorizar experiencias sostenibles que protejan tanto la naturaleza como las culturas que las habitan.
Según el informe de la OMT titulado Gestión del Turismo en Destinos Costeros se necesitan políticas que regulen el número de visitantes y promuevan prácticas sostenibles para proteger estos entornos frágiles. Jefa del Departamento de Comunicación y Publicación de ONU Turismo, Sandra Carvao sostuvo que “resulta imperativo que los destinos diversifiquen su oferta y promuevan viajes más responsables y sostenibles".
Además de los impactos ambientales, el turismo masivo también generó tensiones en las comunidades locales. En ciudades como Barcelona y Ámsterdam sus residentes protestaron contra el exceso de turistas que les incrementó el costo de vida y les redujo la calidad de vida.










